jueves, 22 de septiembre de 2011

Querido cuaderno de matemáticas...

Recuerdo mi primera clase de matemáticas.
Por entonces tenía 7 años, menos a mí todos mis asuntos les parecían sencillos a las personas que me rodeaban. La primera clase fue familiar. Recordaba sentir lo mismo cuando contaba con mi madre: los reconocí enseguida, esos eran los números.
Cuando conocí las matemáticas mejor me limité a sonreír. Sonreía a una pizarra, bueno, en concreto le sonreía a él, que obligado por nuestro profesor intentaba sumar dos nombres, para él comunes, para mí propios.

Lucía + Iván =

Aumentó la dificultad de las matemáticas y nuestra estatura. No por esto dejaron éstas de apasionarme, siempre con los deberes en la cabeza y el libro bien abierto, con los márgenes abarrotados de corazones esperanzados.
Debían coincidir los resultados.

Yo era buena en matemáticas, pero aquella tal Nuria era mucho mejor. Sus conclusiones siempre eran acertadas y recuadraba los resultados con bolígrafo fucsia. Él pedía ahora su ayuda cuando no comprendía los ejercicios de geometría, era yo quien no lo entendía.
Ese año empecé a odiar aquellos problemas de enunciados estúpidos sobre compartir los lápices de colores o cambiar cromos a la hora del recreo.
Fue la primera vez que suspendí matemáticas, fue la primera vez que lloré por matemáticas.

Tras las propiedades conmutativas, distributivas, el estudio de los números naturales, reales, la descomposición de números primos, el peso, las longitudes, el tiempo, la geometría, el área y los perímetros, las fracciones y su máxima simplificación, el mínimo común múltiplo, el máximo común divisor, correr la coma...creía sentirme preparada para resolver cualquier problema que rellenase los gruesos años de una vida hecha cuaderno de papel.
Sin embargo me sorprendieron las raíces cuadradas, las ecuaciones, X, XX, XXX, el sexo, las rectas, tus rectas que derivaban de funciones convexas, las curvas, mis curvas, los límites que no pude rozar cuando buscaba tus máximos y mínimos… y aquellos puntos de inflexión: querer odiarte, odiar quererte.

Recuerdo la primera vez que lloré por las matemáticas y comprendo que seguiré haciéndolo, aunque ahora entienda un puñado de términos más.

RECUERDA, para resolver la división debes correr la coma hacia la izquierda tantos espacios como ceros haya. Será todo tu-yo.
Querido cuaderno de matemáticas..., originalmente cargada por Sisenublaelsol.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Microbiología y otros intereses.


Microbiología y Bioquímica se postran frente mí, con mucho moho.


El pan Bimbo 

Entro en

un vagón 
de metro y
 
veo a un
 
hombre comiendo rebanadas de pan Bimbo, a 

secas, comiendo del envase directamente como

si fueran galletas. El metro se pone en marcha 
y yo me acerco y le digo: "¿Está bueno?"
 
De sus
 
ojos y de

sus meji- 
llas resba-

lan algu- 
nas lágri-
 
mas. "Está
 
salado",

me dice.


(Poema de Caferino Galán,
extraído de 'Poesía para Bacterias',
Editorial 'Cuerdos de Atar', 2008)

Es culpa de un melancoholico:

martes, 13 de septiembre de 2011

A veces no puedes ser descriptiva.


Ella esperaba contra aquella farola, disimulando falsa quietud.
Él llegaba tarde.
Ella vestía vaqueros, una camiseta llena de mariposas y zapatillas.
Él llegaba tarde.
Ella miraba al suelo, sabía que si su mirada le encontraba su sonrisa crecería, delantando su entusiasmo. Sabía que si le miraba los nervios se desplazarían desde el estómago hacia las bragas.
Él, miedica de pelo en pecho, torció la esquina, miraba al frente y esperaba que su retraso intencionado no hubiese provocado una chica a la fuga.
Ella taconeaba sin sonido, de impaciencia.
Él caminaba dejando tras de sí el repiqueteo de unos zapatos brillantes contra las aceras. Se sentía orgulloso, mantenía el sentido correcto de esa extraña dirección: ella.
Ella sonrío al ver los brillantes zapatos rozando aquellas sucias zapatillas.
Y ocurrió, los nervios comenzaron a autocomplacerse, uno frente al otro, como una pareja que disfruta tocándose mientras el contrario observa.
Ella, fue ella quien le besó.
Él, fue él quien le pegó.

A veces no puedes ser descriptiva. Yo esta vez sí.
C/Ella- Madrid